Clase 2: María Magdalena
Fragmentos del capítulo 1 donde podemos conocer la situación de María (he puesto en negrita los más importantes o representativos):
Del 22’ al 25’08”: Nicodemo va al Barrio Rojo a ayudar a una mujer (Lilith), que dicen que está hechizada.
Del 28’19” al 32’: Lilith está soñando y se despierta. Recuerda a su padre enfermo cuando era pequeña y una muñeca que éste le hizo. Después reza una oración. Está tan triste que ya no cree en las oraciones y se va a un bar.
32’: El camarero invita a Lilith a beber una taza de vino. Ella dice que cada vez está peor y que su problema no tiene cura.
49’20”: Lilith en el bar, quiere beber para olvidar sus problemas. Aparece Jesús y la llama por su auténtico nombre (María).
Siguiendo la guía didáctica de El Aula de los Elegidos, explico a los alumnos y alumnas estas dos visiones de María Magdalena:
En la Biblia:
María Magdalena es mencionada como una mujer de la cual Jesús liberó de siete demonios. A partir de entonces, se convirtió en seguidora, acompañándole y sirviéndole con sus bienes (Cf. Lc 8, 1-3). A pesar de que en su cultura las mujeres no solían tener un papel tan importante, María estuvo presente en momentos clave: fue testigo de la crucifixión (Cf. Mt 27, 56), de la sepultura (Cf. Mt 27, 61) y de la resurrección de Jesús, siendo la primera en encontrar la tumba vacía (Cf. Jn 20,1). Es conocida como “la apóstol de los apóstoles” por ser la primera en anunciar que Cristo había resucitado (Juan 20, 18).
María Magdalena.
“...María, llamada
Magdalena,
de la cual habían
salido siete demonios...”
(Lucas 8, 2)
En la serie:
En The Chosen, la vemos con el apodo de “Lilith” al principio, una forma simbólica de representar su vida antes de conocer a Jesús. Atrapada en su dolor y sufrimiento, nadie podía ayudarla... hasta que Jesús la liberó. Desde ese momento, María no solo es seguidora, sino una testigo viva del poder transformador de Jesús. Su historia nos recuerda que, no importa cuán profundo sea nuestro quebranto, Jesús nos llama tal como somos, para llevarnos a lo que realmente estamos destinados a ser.